Al principio pensaba que trabajando duro el dolor se iría disipando, que al menos aprendería a llevarlo con cordura.
Pero el tiempo sólo me deja vivirlo intensamente. Absorver cada uno de sus rasgos y sentirlo perenne.
Me duele todo... pero sobre todo la noche y las estrellas.
Mi sempiterno dolor no es siquiera comparable a su pavorosa inmensidad, pero me da la pauta de su infinitud.
Ya no me gusta la noche y menos estrellada.
Quizás porque en ella me siento realmente sola con mis miedos...
Es decir, sin tí.
TE AMO PRINCESA MARIPOSA
mamá
Ayer durante la presentación del libro de Javier Plaza en la Asociación
Cultural Tertulia Albada, pasamos un rato estupendo, hablando del Pirineo,
de los S...