Brindar consuelo es una de las maneras más importantes de cuidar del otro.
La vida está tan llena de dolor, tristeza y soledad que con frecuencia nos preguntamos qué podríamos hacer para aliviar los inmensos sufrimientos que vemos.
Podemos consolar a la madre que perdió a su hijo, al joven que contrajo sida, a la familia que se le incendió la casa, al soldado que fue herido, al adolescente que está pensando en suicidarse, al anciano que se pregunta por qué tiene que seguir viviendo.
No es fácil estar con un amigo que está sufriendo mucho. Nos hace sentirnos incómodos. No sabemos qué hacer o que decir, y nos preocupa saber cómo tenemos que responder a lo que escuchamos.
Nuestra tentación es decir cosas que salen más de nuestros propios miedos que de nuestra preocupación por la persona que sufre. A veces decimos cosas como: "Bueno, estás mejor que ayer", o "Pronto volverás a ser tú mismo", o "¡Estoy seguro de que superarás esta situación!"
Pero muy a menudo nosotros sabemos que lo que estamos diciendo no es verdad, y nuestros amigos también lo saben.
No tenemos que jugar juegos los unos con los otros. Podemos decir, sencillamente: "Soy tu amigo. Me alegra poder estar contigo". Y esto podemos decirlo en palabras, o con un toque de la mano, o en un cariñoso silencio...
Consolar no significa quitar el dolor, sino estar junto al que lo sufre y decirle: 'No estás solo. Yo estoy contigo. Juntos podemos llevar nuestra carga. No tengas miedo. Yo estoy aquí'.
Eso es consuelo.
Todos necesitamos tanto darlo como recibirlo.
Henri Nouwen. Pan Para El Viaje.