Ayer durante la presentación del libro de Javier Plaza en la Asociación
Cultural Tertulia Albada, pasamos un rato estupendo, hablando del Pirineo,
de los S...
martes, 7 de diciembre de 2010
QUEDA PROHIBIDO
Alfredo Cuervo Barrero
Pierina, Camila y Jimena...
Gracias por este "achuchón" que tanto bien me hace...
LAS QUIERO!!
Etiquetas:
poesía
SEGUIR TOCANDO...
.El 18 de noviembre de 1995, Perlman salió al escenario a dar un concierto en el Lincoln Center en Nueva York.
Si alguna vez han asistido a un concierto de Perlman, han de saber que salir al escenario no es fácil para él. Cuando niño sufrió de polio, así que usa unos aparatos en ambas piernas y camina con la ayuda de dos muletas. Verlo caminar en el escenario, un paso a la vez, lentamente, es algo impresionante. Camina con dolor pero majestuosamente, hasta llegar a su silla. Entonces se sienta, coloca sus muletas sobre el piso, empuja un pie hacia atrás y extiende el otro hacia adelante. Se agacha y recoge el violín, lo coloca bajo su barbilla, asiente con la cabeza hacia el director de la orquesta y comienza a tocar. El público ya está acostumbrado a este ritual.
Pero ese día, algo salió mal. Justo al terminar uno de los primeros compases, una de las cuerdas de su violín se rompió. Se pudo escuchar cómo tronó. El sonido pareció un disparo. No cabía duda de lo que significaba ese sonido.
Perlman esperó un momento, cerró los ojos y le dio la señal al director de iniciar de nuevo. La orquesta comenzó y tocó a partir de donde se había quedado. Y tocó con tal pasión, tal fuerza y tal pureza… Tocó como nunca.
Parece imposible poder tocar una obra sinfónica con sólo tres cuerdas, pero esa noche Yitzjak Perlman se negó a saberlo.
Uno podía verlo modulando, cambiando, recomponiendo la pieza en su mente. En cierto momento, parecía como que estaba volviendo a afinar las cuerdas para sacarles sonidos que nunca habían emitido. Cuando terminó, había un impresionante silencio en la sala. Y luego la gente se levantó y hubo una explosión extraordinaria de aplausos desde todos los rincones del auditorio.
Entonces él sonrió, se limpió el sudor de la frente y dijo:—Saben, a veces la tarea del artista es descubrir cuánta música se puede hacer con lo que a uno le queda.
Con la muerte de mi hija sentí que la música de mi vida también moría...
Pero con el paso del tiempo... un día... otro... y luego otros más... empecé a componer otra vez... un acorde... luego otro... y así hasta llegar a escuchar de nuevo mi melodía... No resulta fácil oirla siempre que quiero... pero si me concentro soy capaz de llevarla hasta mi corazón... ahí donde mora el dolor y la pena, pero también tantos y tantos recuerdos de Lu... y su amor...
Y es ahí donde encuentro la fuerza para seguir...
Porque como dijo Perlman, tengo que descubrir cuánta música puedo hacer con lo que me queda desde que ella no está.
Etiquetas:
reflexiones
LUDMILA... UN TROZO DE MI VIDA
GRACIAS ANABEL!!!
Etiquetas:
Dani Martín,
música
Suscribirse a:
Entradas (Atom)