Yo sé que no hay un día
que al momento de despertarte
no es otra cosa sino mi nombre
lo que tu boca
en silencio proclama,
no es más que mi imagen
la que, aún entre bostezos,
todos tus pensamientos recorre.
Yo sé que a medida
que las horas transcurren
no falta la oración
en que, como una oración,
mi nombre invoques
buscando protección,
solución, salvación, sanación,
o, por qué no,
tan sólo una sonrisa cómplice,
el simple hecho que esté a tu lado
compartiendo
el mismo momento.
Yo sé que llegada la tarde
no falta el instante
en el que, escondida en tu soledad,
dejás rodar una lágrima
por tu mejilla,
mientras acaricias una foto mía
y que añorás
hasta los días que más te hacía renegar
no estudiando o no comiendo.
Yo sé que llegada la noche
tus ojos buscan una estrella
y me mandan tus cariños
y tus "dulces sueños, angelito".
Yo sé.
Yo sé todo lo que el lugar
más profundo de tu ser sabe,
yo no te pienso abandonar,
no te voy a dejar sola
un sólo momento.
¿Acaso no fue por amor
que por deseo de tu corazón
llegué a tu vientre
y por esfuerzo de tu vientre
aparecí en tu mundo,
un tiempo corto
pero por demás suficiente
para ganarme
un lugar de privilegio
en este cielo al que ahora pertenezco?
Entonces,
no sería tan descabellado pensar
que también por exceso de amor
cada día,
a cada momento
y a cada instante
no deje de acompañarte,
apareciendo en tu mundo,
ya sea secándote las lágrimas
o dándote el empuje para continuar.
Para así,
una vez recompuesta,
volverme a descalzar plácidamente
al lugar más seguro,
reconfortante y acogedor
que alguna vez conocí,
el paraíso,
tu corazón,
mamá.
Gito Minore
Ayer durante la presentación del libro de Javier Plaza en la Asociación
Cultural Tertulia Albada, pasamos un rato estupendo, hablando del Pirineo,
de los S...