Cuando una pareja tiene que pasar por la situación de haber perdido a un hijo, afronta una de las situaciones más difíciles que puede abordar. Es un hecho que remueve los cimientos de la pareja y de los integrantes de la pareja individualmente. Las prioridades, la valoración de las cosas,….todo puede cambiar y no está garantizado que con los cambios se vuelva a alcanzar el equilibrio que existía previamente en la pareja. Individualmente se experimenta un comportamiento muy diferente entre las partes a la hora de transcurrir por el duelo, no me refiero a la cuantificación del los sentimientos básico en estas situaciones, como son el dolor y la tristeza, sino a otro tipo de sentimientos más elaborados y a como estos emergen.
A la hora de transitar por este periodo de nuestra vida, se puede llegar a desconocer a nuestra pareja, creyendo descubrir en ella aspectos que hasta ese momento habían pasado desapercibidos. Se pone de manifiesto que las recetas para vencer los miedos, superar el choque emocional no son los mismos, ni en tiempo ni en ejecución. Lo que puede desencajar todavía más las vías que habían transcurrido en paralelo. La superación colectiva del desastre es importante, pero me da la sensación de que en estos momentos las personas no tienen mucho más fuerzas que para agarrarse a su tabla de salvación, lo que en el fondo es básico para que en paralelo o inmediatamente después el barco se mantenga a flote, evitando que los dos se arrastren hasta el fondo.
Nos volvemos más sensibles, más vulnerables, más irascibles, más introspectivos,….cualquier cosa puede desestabilizar el frágil equilibrio .
Ayer durante la presentación del libro de Javier Plaza en la Asociación
Cultural Tertulia Albada, pasamos un rato estupendo, hablando del Pirineo,
de los S...